La universidad como espacio de integración: experiencia y retos de jóvenes refugiadas y refugiados en México.

Desde el 2017, el PRAMI ha trabajado con la oficina de Soluciones Duraderas y con el Programa Casa Refugiados, para acompañar el proceso de jóvenes refugiados y refugiadas que estaban por ingresar a estudiar en el programa de Técnico Superior Universitario (TSU) de la Universidad Iberoamericana.

Por: Montserrat Narro del Programa de Asuntos Migratorios de la Ibero Ciudad de México

El 21 de noviembre, la oficina de Soluciones Duraderas del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) invitó al Programa de Asuntos Migratorios (PRAMI) a participar en la Conferencia “Educación Superior para Refugiados en México. Hacia la construcción de una red de educación universitaria para todas y todos”.

Uno de los principales objetivos de la Conferencia fue “reunir a autoridades académicas y representativos de la comunidad educativa, así como otros actores relevantes, para discutir las barreras que las y los refugiados enfrentan para acceder a la educación superior en México”. Esto en el entendido de que, a pesar de que la educación universitaria es un espacio para potenciar la integración, sólo el 3% de las y los jóvenes refugiados tienen acceso a ella, según datos del mismo ACNUR.

Durante el diálogo que sostuvimos con jóvenes de Guatemala, El Salvador, Venezuela, Haití y Siria, fueron múltiples las dificultades y retos nombrados por los y las estudiantes; e iban desde el idioma y las dificultades para instalarse en una nueva ciudad, hasta temas relacionados con la documentación, los exámenes de admisión y la discriminación:

En los obstáculos en el sistema educativo, nombraron los costos de los exámenes de admisión y el enfrentarse a un sistema diferente al de su país de origen, situación que se agrava si el español no es su primer idioma, o si apenas lo están aprendiendo (“¿cómo voy a contestar el examen si no entiendo las preguntas?”).

Con respecto a su documentación, algunos de ellos salieron de sus países sin la posibilidad de traer consigo ningún documento que acreditara que estaban estudiando, y quienes si los trajeron, encuentran dificultades para revalidarlos. Además, los procesos para revalidar estudios tienen un costo que les es difícil cubrir. La demora en los trámites a cargo de la Comisión Mexicana de Ayuda al Refugiado (COMAR) les llegó a causar problemas al momento de inscribirse en sus universidades ya que la COMAR llegó a tardarse hasta año y medio en entregar una de las constancias. En uno de los casos, este retraso puso en riesgo la continuidad de los estudios de la joven estudiante.

Desde el 2017, el PRAMI ha trabajado con la oficina de Soluciones Duraderas y con el Programa Casa Refugiados, para acompañar el proceso de jóvenes refugiados y refugiadas que estaban por ingresar a estudiar en el programa de Técnico Superior Universitario (TSU) de la Universidad Iberoamericana.

El proceso de integración durante el primer semestre fue decisivo: de las tres personas que ingresaron, solo una continuó sus estudios y está por graduarse. Al ser de las primeras alumnas refugiadas que entraban con un acompañamiento particular, el trabajo colaborativo nos permitió identificar algunos de los retos a los que se enfrentaban las estudiantes.

Desde lo más básico. Llegar a la Ciudad de México y el proceso de adaptación, las alumnas debían encontrar un cuarto o departamento para rentar, pagar esa renta, conseguir muebles y utensilios domésticos, familiarizarse con el transporte público de Santa Fe (y pagarlo), cubrir la alimentación, buscar ropa abrigadora (el clima en Santa Fe y alrededores es frío para quien viene de lugares cálidos), etc.

Después, los retos como estudiante: conocer y entender la plataforma de aprendizaje en línea, aprender a sacar libros de la biblioteca, familiarizarse con un sistema educativo nuevo. Conocer a sus compañeros y compañeras de generación, lidiar con comentarios discriminatorios e incluso xenófobos, y enfrentar los retos de la integración en una de las Universidades más caras del país. Aunque las estudiantes contaban con una beca, las diferencias hacen que no sea un proceso sencillo de llevar.

Las personas refugiadas no cuentan con más redes de apoyo que las que construyen en el lugar al que llegaron, por lo que el acompañamiento coordinado de organizaciones, instituciones y personas en su proceso de integración es fundamental para lograr que la persona pueda volver a tener control sobre su proyecto de vida.

Para este proceso fue clave la disposición y el acompañamiento de varias áreas de la universidad, como la Coordinación de TSU, el Programa de Asuntos Migratorios, las cafeterías de Capeltic y la Clínica Jurídica para Refugiados Alaide Foppa, esta última ha sido fundamental para el acompañamiento jurídico en todo lo relacionado con el derecho a la identidad. Las estudiantes entraron a trabajar a la cafetería de la universidad “Capeltic”, una cooperativa de café que forma parte de un proyecto más grande (Yomol A’tek) que apuesta a la economía social y solidaria en Chiapas y que se extiende a las universidades jesuitas de México.

Los retos a futuro para la Universidad siguen presentes, ya que mover la estructura para facilitar la integración de una persona refugiada no es sencillo, pero para siguientes semestres esperamos que la IBERO siga siendo el espacio para que jóvenes refugiados y refugiadas estudien, fortalezcan su red de apoyo y puedan reconstruir un proyecto de vida.

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